Conocí a Marta en París con 18 años… París era París y yo una jovencita que empezaba a conocer el mundo, recorriendo los cafés de la ciudad, esos espacios tan épicos, devorando libros existencialistas y tratando de inspirarme en el romanticismo de sus puentes o perdiéndome por las calles de Saint Germain des Pres…
Si, si, Marta y yo nos conocimos en esa belle epoque, un tiempo que se abría a un nuevo mundo, a una nueva vida, teníamos todo por conocer, todo por aprender, todo por hacer… Era un tiempo donde el futuro no nos preocupaba.
Hace poco Marta me contó que había perdido a su madre y me mostró fotos espectaculares de su belle epoque ¡Qué belleza de mujer! Se podía apreciar su sensibilidad y en ese marco estético de los 50 parecía una gran artista de Hollywood.
Qué experiencia tan extraña es contemplar a nuestras madres cuando ya les pasamos en edad. Cuántos más años cumplimos, más nos contemporizamos con ellas y mejor podemos comprenderlas más allá de su función de madres. Pero sobre todo ¡qué vacío nos dejan cuando se van!…aunque una madre nunca se va.
Marta era más bien introvertida y despistada y hoy es una pintora consagrada y estudiante avanzada de guitarra clásica. Pinta bodegones en vivo y al natural recreando y expresando su propio mundo de formas.
Le gustan Mondrian, Frida Kalho, Matisse y le chifla el AOVE de La Cultivada que forma parte de su cotidiano y por eso retrata nuestras latitas dándoles nueva vida en el universo propio de su atelier. La obra de Marta es alegre y nos invita a mirar con nuevos ojos los objetos que nos rodean. En la actualidad trabaja con la Galería Herraiz en Madrid.
¿Conoces sus pinturas? Mira mira no te las pierdas
Elena Vecino (fundadora de La Cultivada). Lee aquí mis HISTORIAS CULTIVADAS.
