Antes de instalarme definitivamente en el Sur para dar comienzo al periplo de La Cultivada decidí pasar por Barcelona, y visitar a una de esas amigas imprescindibles, incondicionales: Victoria Bermejo.
Una tarde de verano en su ático de la plaza Tetuán, buscando el nombre de la futura marca de aceite, con Victoria y el Fernando Corripio (diccionario de sinónimos) en mano, nos pusimos a jugar hasta que el nombre nos encontró a nosotras.
El verbo nos envolvió y se transformó en sustantivo y en calificativo: cultivar la tierra, la persona cultivada, la tierra cultivada, la aceituna cultivada, la mujer cultivada, lo culto y lo cultivado, la lechuza cultivada…el olivo cultivado…
No podía haber mejor lugar ni mejor partera que Victoria, escritora de cuentos y novelas.
Ella ama las palabras y las cultiva desde que amanece, y no hay día en que no haga florecer un sentimiento genuino mientras teclea sobre su escritorio de arce.
¡La Cultivada! Allí nació el nombre, con la mejor partera, rodeada de libros y en pleno día.
¿Sabías que la palabra «agricultura» fundó el término «cultura» y que cult significa cultivo o cultivado?
En ese momento, dediqué La Cultivada a mis abuelos, inspirada en Palas Atenea y en su visión civilizatoria que con una planta de olivo entre sus manos, conquistó la ciudad de Atenas ¿conocéis la historia?
Plantar árboles es cultura porque ellos han publicado todos los libros del mundo…
El nombre era solo el principio…
Es hora de que nos conozcas mejor.
Elena Vecino
Lee aquí todas mis «HISTORIAS CULTIVADAS».